NOS ARRANCARON LA PITAYA ROJA
Esa
tarde de fines de abril, aciaga y cargada de malos presagios, en
el paraje Los Pinos una bala expansiva cegó la vida de Alberta
Cariño. Bety como era mejor conocida por la mayoría
de la gente, formaba parte de una caravana humanitaria que se dirigía
a la comunidad triqui de San Juan Copala al oeste del estado de
Oaxaca. Copala es un pueblo de 5,000 habitantes que vive sumido
en el terror desde que fue sitiado por una banda de pistoleros protegidos
por el gobernador de Oaxaca y por políticos priístas.
La población desde hace cuatro meses no cuenta con servicios
médicos, también le fue cortada la electricidad y
el agua; los maestros no han podido ingresar para dar clases y los
alimentos escasean. Una verdadera tragedia es la que se vive en
Copala.
Bety fue una
mujer valiente, decidida y sumamente sensible ante el sufrimiento
de los más pobres y fue este sufrimiento, el de las mujeres
triquis la que la llevo a sumarse a la Caravana, a pesar de que
un día antes de la salida, Rufino Juárez, dirigente
de la banda paramilitar UBISORT, había externado serias amenazas
en contra del grupo de observadores y activistas que pretendían
romper el cerco armado y mediático al que esta sometido el
pueblo de Copala. Sin embargo estas amenazas no habían pasado
inadvertidas para ella, quién le pidió a varias de
sus compañeras de Cactus –el grupo del que era fundadora
y directora–, que no la acompañaran. pues presentía
que algo grave iba a suceder.
Bety, mujer
joven de origen mixteco, tenía una fuerte vocación
de educadora y una parte muy importante de su actividad estuvo orientada
a la creación y funcionamiento de escuelas alternativas de
nivel medio superior. Fundó en una comunidad mixteca la Preparatoria
Ricardo Flores Magón, cuyo nombre nos lleva a conocer los
ideales con los que se identificaba Alberta, quién además
de ser feminista, se consideraba magonista y zapatista. Por ello
fue simpatizante del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional y adherente de la Otra Campaña.
Para Bety era
claro, que la realidad de opresión en que la vivimos, sólo
podía ser transformada por mujeres y hombres fuertes y concientes,
unidos por relaciones de respeto y solidaridad. Por ello dedicó
numerosos esfuerzos a fortalecer las iniciativas de independencia
y de capacitación de las mujeres indígenas, por lo
mismo apoyó la realización de numerosos talleres de
capacitación e impulsó la creación de pequeñas
cooperativas de producción formadas principalmente por mujeres
y además promovió que Cactus fuera parte de la red
La Colmena Solidaria.
Durante tres
años seguidos, Bety fue entusiasta impulsora de la Campaña
Nacional Sin Maíz no Hay país y organizó en
tres ocasiones la Feria del Maíz en el pueblo de Huajuapan
de León, Oaxaca, feria que siempre iniciaba con un ritual
indígena en un cerro cercano y en la que había exposiciones,
conferencias, música y rica comida. Para Alberta quién
también formaba parte de la organización MAIZ, este
grano era el alimento tradicional y principal de nuestros pueblos,
parte muy querida de su cultura y fuente de la soberanía
alimentaria.
En el 2002 cuando
el entonces Presidente Fox promovía el Plan Puebla-Panamá,
Bety se sumo de inmediato a la creación de la Alianza Mexicana
por la Autodeterminación de los Pueblos –la AMAP, red
mexicana que lucha en contra de los megaproyectos– y participó
en diferentes foros sociales en Centroamérica, su presencia
activa en este proceso la llevo a ser parte del Comité Mesoamericano,
representando en él a México. Precisamente unos días
antes de su muerte en una reunión de la AMAP, Bety había
relatado un sueño, “seremos cien mujeres vestidas de
negro, las que entraremos a Copala con nuestros canastos cargados
con flores”
Apasionada como
era, la vimos tomar los micrófonos de la ocupada Radio Lobo
en Minatitlán, Veracruz, donde hasta el llanto, denunció
con coraje, la masacre que había ocurrido un día antes,
el 25 de Noviembre del 2006 en la ciudad de Oaxaca. Bety también
participó activamente en las movilizaciones y en las reuniones
de la APPO y formó parte de la Asamblea de los Pueblos de
la Mixteca, la cual mantuvo por más de tres meses tomado
el Palacio Municipal de Huajuapan.
Después
de la revuelta oaxaqueña del 2006, Alberta dedicó
largas horas a crear radios comunitarias en las regiones Triqui
y Mixteca e impulsó la construcción de la Red de Radios
Comunitarias e Indígenas del Sureste de México. Teresa
Bautista y Felicitas Martínez, las locutoras triquis, también
asesinadas, de la Radio La Voz que Rompe el Silencio, radio comunitaria
de Copala, fueron capacitadas por Bety y tras su muerte ella las
lloró a mares; creo que la muerte de Feli y Tere, como ella
las llamaba, representó para Alberta la muerte de dos compañeras,
pero también la muerte de dos hijas.
Bety no escribía
mucho, pero era una excelente oradora, muchos la recuerdan apenas
hace unos meses, frente a la Embajada de Canadá en la ciudad
de México, protestando por el asesinato de Mariano Abarca,
un activista chiapaneco que al igual que Alberta participaba en
la Red Mexicana de Afectados por la Minería. En su apasionado
discurso, Bety levantó la voz, diciendo: “Nos tienen
miedo porque no les tenemos miedo” y, en efecto, el miedo
no formaba parte de los sentimientos de Alberta Cariño.
Llena de actividades,
de viajes y preocupaciones, de una incansable vitalidad y de una
fuerza cariñosa, Alberta se dio tiempo para criar a sus hijos
Omar e Itandewi. Tengo una imagen fuertemente grabada de ella: jugando
con su hija, en un Encuentro realizado en La Parota, Guerrero, parecían
dos niñas divertidas y traviesas. La recordamos también
junto a Omar su compañero de toda la vida, en innumerables
reuniones, manifestaciones, actos de protesta y también,
por qué no, en convivios y festividades, con su palabra franca
y directa y su risa y mirada penetrantes.
Bety, Alberta
–que no Beatriz–, fue una mujer intensa, que sin lugar
a dudas dejó una semilla sembrada, semilla que brotó
con fuerza el mismo día que la acompañamos al panteón
en su natal Chila de las Flores; cuando el largo cortejo fúnebre
fue detenido por los gritos de Lupita, una muy joven mujer, pequeñita
como son las mujeres de la Mixteca, que dijo “Bety era feminista
y nos enseño que las mujeres valemos y somos fuertes”,
acto seguido las invito a cargar el ataúd que contenía
el cuerpo–semilla de Bety y, por vez primera en mi vida y
en la vida de muchos, vimos cómo un apretujado grupo de mujeres
llorosas y fuertes, cargaban el cuerpo de su compañera caída.
Alberta Cariño
Trujillo sí es de las imprescindibles, de aquellas guerreras
que luchan sin cesar, de aquellas que nos recuerdan el poeta alemán
y el cantante cubano. Bety –que no Beatriz–, sembró
sueños para cosechar esperanzas y escribió alguna
vez:
“Ayer
pensé en tí dulce,
fresca, sabrosa, me imagine tenerte en mis manos tocar tu textura
y
saborearte, cuanto te deseo mi rica
pitaya, si eres roja; mejor”
Sí, nos
arrancaron la pitaya roja y en verdad cómo nos duele.
Salud donde
quiera que estés hermana Alberta, nuestra Pitaya Roja.
Carlos Beas
Torres Mayo del 2010. Istmo de Tehuantepec, México.
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